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Esta casa de campo está situada en una ladera de pendiente descendiente próxima al Parque Natural de Despeñaperros, ubicada junto a la Sierra Morena, una cordillera que separa la Meseta Central de la depresión del Guadalquivir.

Debido a su enclave privilegiado y recóndito al mismo tiempo, el proyecto se origina a partir de la creación de  plataformas y espacios interiores que miran al paraje que les rodea y crean espacios exteriores de calidad, protegidos y resguardados frente a la intemperie. Por ello, se propone una casa que vive continuamente de esta conexión entre interior y exterior, y que al mismo tiempo queda habilitada para el descanso, con carácter de refugio.

Con ese objetivo, la construcción se vertebra mediante un ritmo estructural continuo, que modula la edificación generando volúmenes de mayor escala que responden a las necesidades espaciales de las estancias principales  del programa de día.  

El empleo de energías renovables así como la inercia térmica de los muros de gran espesor y la proporción de los huecos que enmarcan las vistas, junto con la sombra originada por los sucesivos porches y el arbolado, permiten reducir la incidencia solar del edificio y disfrutar del confort de esta casa en cualquier época del año, fomentando el autoconsumo y la vida en armonía con la naturaleza.

El tratamiento pétreo y monocromático de sus fachadas inspirado en el suelo arcilloso del lugar, caracteriza su envolvente. De este modo, la casa se percibe como una construcción natural que emerge del propio terreno, que desdibuja los límites entre el entorno natural y el nuevo volumen edificado.